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El Hijo es el Consolador


Muchos tienen la creencia que el consolador llamado el Espíritu Santo, es la tercera persona de la trinidad, otros dicen que es una fuerza activa, hay otras creencias que no quiero mencionar porque solo me interesa lo que la palabra de Dios enseña, leamos:…

“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.” (Juan 14:16-18).   

Jesús prometió enviar a otro Consolador. En el versículo 26 Jesús identificó al Consolador como el Espíritu Santo: “… Mas el Consolador, el Espíritu Santo….” (Juan 14:26).  

¿Implica eso que el Espíritu Santo es otra persona en la Deidad?   En ninguna manera. Esto está claro dentro del contexto, el Espíritu Santo es simplemente Jesús el Cristo, en otra forma o manifestación. Por eso dice en el versículo 18, que él iba a venir a nosotros.  En otras palabras, “otro Consolador” significa Jesús en el Espíritu como opuesto a Jesús en la carne. Lea bien el versículo 16, Jesús les habló a los discípulos acerca del otro Consolador. Después, en el versículo 17, Jesús les dijo que ya conocían al Consolador, porque ya moraba con ellos e iba a estar en ellos, de esta forma el cumpliría su promesa: “he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (Mateo 28:20). 

 ¿Quién moraba con los discípulos en aquella época?   Por supuesto que Jesús. El Espíritu de Jesús moraba con los discípulos puesto que el Espíritu fue vestido de carne, pero pronto el Espíritu estaría en los discípulos a través del don del Espíritu Santo. Jesús clarificó eso aún más cuando dijo: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.” (Juan 14:18).

Jesús fue al cielo en su cuerpo glorificado, para poder formar una nueva relación con sus discípulos, al enviar a su propio Espíritu como el Consolador. Él les dijo a ellos, “Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuere, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré” (Juan 16:7).   El Espíritu Santo es el Espíritu de JESUCRISTO veamos escrituralmente: 

“… Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.” (Romanos 8:9). 

“… Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.” (2 Corintios 3:17-18).

Cuando tenemos el Espíritu en nosotros, tenemos a JESUCRISTO en nosotros: “… para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor” (Efesios 3:16-17).  En breve, Jesús había morado físicamente con los discípulos por espacio de casi tres años, pero había llegado el tiempo para que El saliera. Sin embargo, El prometió que no los dejaría solos, sin consuelo, o como huérfanos. Más bien, El prometió volver en una nueva manera. No vendría en un cuerpo visible para morar con ellos y ser limitado por ese cuerpo, sino que volvería en la forma de Espíritu, de modo que El pudiera morar en ellos. 

Entonces el Consolador, el Espíritu Santo, es el Espíritu de Jesús. 

Para confirmar esta verdad usaremos las sagradas escrituras, ellas son nuestra guía perfecta: “Escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos.” (1 Pedro 1:11). Si usted querido lector lee bien esta porción de la biblia que indica el tiempo en que el espíritu de Jesús, que estaba en ellos, el mismo indicaba de antemano sus sufrimientos, se refiere a los que iba a padecer en la carne, en su manifestación como el hijo de Dios. Y eso gloria que vino a ellos fue el espíritu santo haya en el aposento alto: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.” (Hechos 2:1-4). 

Sentimos esta gloria inmensa y la seguiremos viviendo porque Jesús estará con nosotros siempre. Así, que Jesús es el Espíritu Santo y si nosotros lo tenemos en nuestras vidas, podremos clamar con libertad y seremos transformados de gloria en gloria, porque él es nuestra imagen. Amén. 

Todo esto lo vivirán las personas que les sea quitado el velo y reconozcan que Jesús, es el mismo Dios del Antiguo Testamento: “Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.” (2 Corintios 3:16-18). Ese velo que está en aquellos que creen esa mentira de una santísima trinidad, palabra que ni siquiera la santa escritura habla de ella. Cuando usted querido amigo crea en el nombre de  Jesús, Dios le dará la potestad de pasar de criatura a hijo del altísimo, de esta forma Dios les dará del Espíritu de su hijo o el mismo Espíritu Santo:

“Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).

“Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gálatas 4:6).

 Antes no teníamos padre, solo éramos unas criaturas descarriadas, pero ahora podemos llamar a Dios y decirle Padre mío, padre mío tu mes adoptado y como he recibido tu espíritu te puedo decir padre mío: «Habéis recibido el espíritu de adopción por el cual clamamos, Abba, Padre.» (Romanos 8:15.)

La palabra aramea “abba, Padre” o “abba” La mejor traducción es “padre mío querido”. La voz “abba” denota que la relación padre-hijo reposa en la confianza, el respeto, el cuidado, la responsabilidad, el cariño y el conocimiento: el hijo está sostenido en las buenas manos del padre, sabe que el padre nunca le abandonará sino que le cuidará con amor.

Jesús nos enseñó que Dios es nuestro Padre, esta es la forma que los hijos deben llamarle “Padre Mío” en su manifestación en la carne Dios nos enseñó cómo debemos llamarle: 

“para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.” (Mateo 5:45).

“Más tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.  No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.” (Mateo 6:9-13).

Fuimos llamados para ser sus hijos, para tener su espíritu, no para tener tres según la trinidad, nuestra vocación es tener el espíritu de Jesús y ser uno con el: “un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación” (Efesios 4:4). Si tenemos el espíritu de Jesús, entonces lo podremos adorar, porque nuestro Dios es Espíritu y el busca a los adoradores que tengan su espíritu: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Juan 4:24). El que no tiene el espíritu de Jesús, no puede adorarle es espíritu y en verdad. 

Para que usted querido amigo sea un verdadero a dorador tienes que ser de Cristo, en ti tiene que habitar su Espíritu Santo, para que seas de su propiedad, para que seas de él: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.” (Romanos 8:9). Los que viven según la carne no pueden tener de ninguna manera el Espíritu Santo, más para nosotros esas cosas viejas pasaron, Dios nos hizo nuevas personas y ahora vivimos según su espíritu. Cada día nos llenamos más de él. Este es nuestro gozo, nuestra liberación: “Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación”  (Filipenses 1:19). 

Oremos para que los que han sido bautizados en el nombre de Jesús y todavía no han sido llenos del Espíritu Santo o llenos de Jesús, ellos puedan recibirlo como paso a los hombre y mujeres de Samaria: “Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. ” (Hechos 8:14-17). 

 Para terminar Jesús dijo: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mateo 18:20). Esto es, Jesús manifestado en una nueva manera; Jesús puede estar con nosotros y en nosotros. Él puede estar a la vez en todos sus discípulos en todo el mundo y Él puede cumplir su promesa de estar con nosotros hasta el fin del mundo: “… enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo 28:20). 

Ahora te quiero preguntar ¿Cómo iba estar Jesucristo con nosotros todos los días? Pues como nuestro consolador EL ESPÍRITU SANTO.  El Espíritu Santo no es otro, él es Jesús el Cristo, él es nuestro gran Dios, el salvador de nuestras almas. 

 

Mi Dios y salvador Jesús les bendiga!